jueves, 3 de marzo de 2016

Historia de una Ondina
Fredrich de la Motte

Hubo una ondina. Se llamaba Prathé. Sus cabellos largos y húmedos estaban extendidos sobre la hierba. Con sus largos dedos se peinaba pensativa. De ese simple acto dependieron su amor, su destino y la suerte de un príncipe de los hombres. El hombre la vio y se enamoró de ella. Entonces era extraordinariamente fácil enamorarse. Ella reía en sus brazos. La reina del lago, monarca de las ondinas y de las aguas profundas, dio su consentimiento a la boda.

Las ondinas no tienen alma humana. Su existencia transcurre feliz en el fondo del lago, en una eterna edad de inocencia. Su raza no sabe del pecado ni del Bien ni del Mal. Pero al unirse a un hombre, a Prathé le fue otorgada un alma humana. La unión tenía como condición, impuesta por la Reina del Lago, que se rompería ante la infidelidad del príncipe. La Reina, de rostro joven, pero muy anciana, conocía el corazón humano. No tenía dudas que recuperaría a la ondina de esa forma. El príncipe no tardó en darle la razón. La tentación llegó en forma de una dama de la corte. Y Prathé y su alma humana con su nueva sensibilidad, con su cambiando corazón, llorando retornó al lago. Amaba a ese hombre y nunca volvería a ser una ondina como las otras, sus hermanas.

El hombre amaba a la ondina. Arrepentido fue a la orilla del lago.
 — Prathé —llamó—, perdóname. Pagaré el precio que sea para tenerte conmigo.

La ondina (sus cabellos de agua, sus ojos de agua) surgió en un remolino y le habló así: 
—Hombre, por tu amor corres peligro de muerte.- Él sólo pudo desear y amar más a la ondina, aunque sabía que era cierto y que su vida corría peligro.
—No quiero separarme de ti – susurró el hombre.

No llegó a ver las lágrimas en el rostro de la ondina. Ella lo atrajo hacia si, le dio el beso final y lo hundió en las aguas. Un remolino y el cuerpo de la amada fueron la mortaja del príncipe.


El mito de Polifemo y Galatea

Además de la Galatea de Pigmalión existe otra Galatea en la mitología griega que no tiene nada que ver con la otra. Se trata de una de las hijas de Nereo, el titán menor que manejaba las olas del mar y de quien había heredado sus poderes acuáticos, ya que Galatea era una nereida.
El cíclope Polifemo, hijo predilecto de Poseidón, estaba locamente enamorado de ella, y ella le correspondió por un tiempo, dando esta relación como fruto dos hijos y una hija: Celto, Ilirio y Gala. Sin embargo, cuando Galatea conoció al joven pastor Acis se encaprichó de él, y siendo ella una de las nereidas más bellas de su tiempo el pastor no tardó en corresponderla, y los dos jóvenes se encontraban a menudo furtivamente en el prado, donde se amaban, charlaban y Acis tocaba la flauta para Galatea.
Durante un tiempo los dos jóvenes siguieron viéndose en secreto, ya que aunque no estaba casada oficialmente, Galatea vivía con Polifemo. Pero la mala suerte hizo que el cíclope empezase a sospechar, y un día decidió seguir a Galatea en uno de sus paseos por el campo, sorprendiendo a la pareja besándose detrás de unas rocas. Cegado por la ira y los celos, el gigante Polifemo alzó una roca enorme y la arrojó contra el joven pastor, aplastándolo y matándolo de forma brutal. Desesperada por el dolor, Galatea usó sus poderes de nereida para transformar la sangre de su amante en un río, el río que lleva su nombre, Acis, en recuerdo al amor que una vez tuvo.


La Dama del Lago


La dama del lago, vestía siempre de blanco y era una de las alumnas más aventajadas del mago Merlín, el cuál se enamoró de ella e hizo construir en una sola noche, un palacio de cristal en la isla de Avalón, Inglaterra, siendo esta la isla de la antigua sabiduría. Merlín conoció a la Dama del Lago en la fuente de Barenton, y quedó prendado de su belleza. Pronto la Dama del lago aventajó a Merlin gracias a sus enseñanzas.
Vivianne advirtió a la Dama del lago que si las paredes del palacio eran de cristal, todo el mundo la podría ver, a lo cual la Dama del lago realizó un conjuro para ocultar el castillo en las profundidades del lago.
La misión que le enconmendaron, fue guardar la espada del rey Arturo, llamada Excalibur, lo cuál ya predijo Merlín, como también predijo que debería entregar más tarde esa espada a quien fuese a salvar el mundo.
La Dama del Lago pidió a Arturo que eligiese un objeto de los cuatro que le mostró: una copa, un plato, una lanza y una espada. Arturo eligió la espada, y desde ese día, la espada simbolizó la confraternización de Camelot con Avalón. La espada tenía la propiedad de no dejar derramar ni una sola gota de sangre al portador de la misma.
Cuando Arturo fue herido de muerte, arrojó la espada al lago y fue devuelta a Ávalon de donde nunca más volvió a salir. La Dama del lago, con ayuda de otras tres hadas, rescató a Arturo y lo curó en las profundidades de Avalón, proporcionandole cobijo. Aún se cree a dia de hoy, que Arturo yace en Avalón esperando volver para devolver la gloria a Gran Bretaña. También se cree que el emplazamiento real, podría estar al lado de la iglesia-abadía de Glastonbury.
La dama del Lago educó a Morgana (ya que al principio Morgana iba a ser entregada a un convento pero Vivianne se negó) en la antigua religión, y la eligió como sucesora cuando ella muriese. La entregó a Arturo en un ritual (los fuegos de Beltane) donde ninguno de los dos se conocían, y tuvieron un hijo, Mordred.
Otras historias cuentan que la Dama del Lago era la máxima sacerdotisa de Ávalon, llamada también Vivianne, hermana de Igrainne (Madre de Arturo y Morgana), hermana de Morgause (tía de Arturo y Morgana, y madre adoptiva de Mordred), hermana de Ninie (amante de Merlín, e hija de Merlín de Bretaña).
La Dama del lago quería que la nueva religión (el cristianismo) y la vieja religión (la de la diosa y el astado) conviviesen juntas, cosa que los sacerdotes cristianos no querían, así que Ávalon, los ritos de Beltane, la diosa y el caldero, el astado y la vieja religión desaparecieron en las nieblas, dejando solo el recuerdo.

Se conoce también a la Dama del lago por los nombres de Nimue, Nemue, Vivianne ó Co-vianna. Se cree que estos nombres derivan de Coventina, la diosa del agua de los antiguos celtas.
La leyenda del Minotauro y el laberinto

Una de las leyendas más interesantes de la antigua Grecia es aquella del Rey Minos y el minotauro, la que dio nombre a la cultura minoica en Creta.
Según la leyenda Minos fue hijo de Europa y Zeus y por tanto ungido soberano cretense. Minos recibió entonces un presente de Poseidón, dios del mar y hermano de Zeus, consistente en un soberbio y hermoso toro blanco.
Poseidón esperaba que Minos le retribuyera ofreciéndole el toro en sacrificio, pero el soberbio rey decidió sacrificar otro toro y mantener a la hermosa bestia como su propiedad.
Poseidón entonces montó en furia y decidió castigar al rey hechizando a su esposa, Pasífae, con un incontrolable deseo sexual por el toro.
Entonces acudió al inventor griego Dédalo para que le creara una estructura en forma de vaca que si ella pudiera ser poseída por el animal (fue una relación, literalmente, bestial).
De esta unión monstruosa nació pues una bestia con cuerpo de hombre y cabeza de toro, hambriento de carne humana, llamado minotauro (mino por el rey Minos y taurus que en griego significa toro).
Minos, furioso porque su mujer le había puesto los cuernos (otra vez literalmente), le pidió a Dédalos que construyera un laberinto debajo del palacio para esconder al minotauro.
Sin embargo, Minos y Pasífae tuvieron otros hijos, como Androgeo, Adriadna y Fedra. Eventualmente los atenientes mataron a Androgeo, por lo que Minos les declaró la guerra y los venció. Como resultado, demandó a la entonces débil Atenas que cada nueve años se enviara siete jóvenes varones y siete mujeres para ser ofrecidos en sacrificio al minotauro.
En el tercer ciclo de esta particular condena, Teseo, hijo del rey ateniense, se ofreció voluntariamente para ser sacrificado. Sin embargo, una vez Creta, Ariadna, la hermosa hija de Minos y Pasiphae, se enamoró de Teseo, y se ofreció a ayudarle dándole un pabilo y una espada mágica. Teseo usó el pabilo para marcar su rastro dentro del laberinto, y una vez que encontró al minotauro pudo derrotar y matar a la bestia y escapar de aquel truculento e intrincado lugar.

La leyenda de Pegaso

Pegaso es un caballo alado. Su nombre proviene de una palabra griega que significaba manantial, pues se decía que había nacido en las fuentes del Océano.
Hay varias versiones de su nacimiento. Por un lado se decía que había nacido del cuello de la Gorgona, cuando Perseo la mató en el mar. En esta perspectiva, resulta que su padre es Poseidón, y Crisaor su hermano gemelo.
Otra versión sostiene que nació en la Tierra, fecundado por la sangre derramada de la Gorgona, cuando Perseo la mató.
Una vez que nació, Pegaso fue al Olimpo, donde se puso a las órdenes de Zeus, al llevarle el rayo.
El papel de Pegaso más importante es en la leyenda de Belerofonte, sobre la que hay diversos argumentos.
Por un lado, se decía que Pegaso había sido regalado a Belerofonte por la diosa Atenea (diosa de la sabiduría), pero según otras historias fue Poseidón el que dio el caballo a Belerofonte.
También se contaba que el héroe lo había encontrado cuando bebía en la fuente de Pirene.
Fue gracias a Pegaso que Belerofonte pudo matar a la Quimera y lograr por sí solo la victoria sobre el Amazonas.
Cuando Belerofonte muere, Pegaso volvió a la morada de los dioses.
Tiempo después, se dio el concurso de canto que enfrentó a las Musas con las hijas de Píero. El Monte Helicón estaba muy complacido por la belleza de las voces, por lo que empezó a crecer amenazando con llegar al cielo.
Al ver el peligro, Poseidón le ordenó a Pegaso que fuera y golpeara a la montaña con uno de sus cascos para lograr que volviera a su tamaño normal, a lo que la montaña obedeció dócilmente.
Pero, en el lugar donde Pegaso la había golpeado brotó la Fuente Hipocrene, o Fuente del Caballo.

Por último, Zeus lo convirtió en Constelación, para que fuera eterno. Cuando esto sucedió, un pluma de sus alas cayó cerca de Tarso, y así la ciudad adoptó su nombre.
Ulises y las sirenas

Probablemente el relato más conocido de las sirenas sea el de La Odisea de Homero.
Después de pasar una larga temporada en el palacio de Circe, Ulises emprende definitivamente el camino a Ítaca.
La diosa, antes de dejarle partir, le adelanta algunas de las aventuras que va a vivir en los días siguientes. La primera de ellas será el encuentro con las sirenas.
Las sirenas han sido famosas seductoras, porque según la mitología eran capaces de encantar con su voz a los marinos con la intención de raptarlos.
Al cantar, parecían ser hermosas doncellas, pero los que sucumbían ante sus encantos, pronto averiguaban su verdadera naturaleza. El canto de las sirenas anunciaba de forma engañosa los placeres del mundo subterráneo.
Las sirenas vivían en la isla de Artemisa, en donde yacían los huesos de los marineros que habían sido atraídos por sus deliciosos cantos.
Odiseo (Ulises), hombre de gran imaginación, cuando se iban acercando a la isla temida, por consejo de Circe, ordenó a sus hombres que se taparan los oídos con cera, y él, que no podía con la curiosidad de escucharlas, se hizo amarrar al mástil, con orden de que pasara lo que pasara, no lo desataran.

Al escuchar los cantos de las sirenas quiso soltarse pero sus compañeros no se lo permitieron. Cuenta la leyenda que las sirenas, devastadas por su fracaso, se lanzaron al mar y murieron ahogadas
La ninfa Eco

Eco era una ninfa que habitaba en el bosque junto a otras ninfas amigas y le gustaba cazar por lo que era una de las favoritas de la diosa Artemisa...
Pero Eco tenía un grave defecto: Era muy conversadora y además en cualquier conversación o discusión, siempre quería tener la última palabra.
Cierto día, la diosa Hera salió en busca de su marido Zeus, al que le gustaba divertirse entre las ninfas. Cuando Hera llegó al bosque de las ninfas, Eco, la entretuvo con su conversación mientras las ninfas huían del lugar.
Cuando Hera descubrió su trampa la condenó diciendo:
- Por haberme engañado y a partir de este momento, perderás el uso de la lengua. Y ya que te gusta tanto tener la última palabra solo podrás responder con la última palabra que escuches ¡Jamás podrás volver a hablar en primer lugar!
Eco, con su maldición a cuestas se dedicó a la cacería recorriendo montes y bosques. Un día vio a un hermoso joven llamado Narciso y se enamoró perdidamente de él. Deseó fervientemente poder conversar con él, pero tenía la palabra vedada. Entonces comenzó a perseguirlo esperando que Narciso le hablara en algún momento.
En cierto momento, en que Narciso estaba solo en el bosque y escuchó un crujir de ramas a sus espaldas y gritó:
-¿Hay alguien aquí?
Eco respondió: 
-Aquí.
Como Narciso no vio a nadie volvió a gritar: 
-Ven.
Y Eco contestó:
 -Ven.
Como nadie se acercaba, Narciso dijo:
- ¿Por qué huyes de mí? Unámonos
La ninfa, loca de amor se lanzó entre sus brazos diciendo:- Unámonos
Narciso dio un salto hacia atrás diciendo:
- Aléjate de mi ¡Prefiero morirme a pertenecerte!
Ante el fuerte rechazo de Narciso, Eco sintió una vergüenza tan grande que llorando se recluyó en las cavernas y en los picos de las montañas. La tristeza consumió su cuerpo hasta pulverizarlo. Solo quedó su voz para responder con la última palabra a cualquiera que le hable y por eso desde entonces cuando hablamos en cavernas y montañas escuchamos como ECO nos responde siempre, pero sólo a nuestra última palabra.......
Narciso no solo rechazó a Eco, sino que su crueldad se manifestó también entre otras ninfas que se enamoraron de él. Una de esas ninfas, que había intentado ganar su amor sin lograrlo le suplicó a la diosa Hera que Narciso sintiera algún día lo que era amar sin ser correspondido y la diosa respondió favorablemente a su súplica.
Escondida en el bosque, había una fuente de agua cristalina. Tan clara y mansa era la fuente que parecía un espejo. Un día Narciso se acercó a beber y al ver su propia imagen reflejada pensó que era un espíritu del agua que habitaba en ese lugar. Quedó extasiado al ver ese rostro perfecto. Los rubios cabellos ondulados, el azul profundo de sus ojos y se enamoró perdidamente de esa imagen.Deseó alejarse, pero la atracción que ejercía sobre él era tan fuerte que no lograba separase, sino que por el contrario deseó besar y abrazar con todas sus fuerzas esa imagen que veía. Se había enamorado de si mismo.
Desesperado, Narciso comenzó a hablarle:
- ¿Por qué huyes de mí, hermoso espíritu de las aguas? Si sonrío, sonríes. Si estiro mis brazos hacia ti, tú también los estiras. No comprendo.
Todas las ninfas me aman, pero no quieres acercarte.
- Mientras hablaba una lágrima cayó de sus ojos. La imagen reflejada se nubló y Narciso suplicó: 
-Te ruego que te quedes junto a mí. Ya que me resulta imposible tocarte, deja que te contemple.
Narciso continuó prendado de si mismo, ni comía, ni bebía por no apartarse de la imagen que lo enamoraba hasta que terminó consumiéndose y murió.
Las ninfas quisieron darle sepultura, pero no encontraron el cuerpo en ninguna parte. En su lugar apareció una flor hermosa de hojas blancas que para conservar su recuerdo lleva el nombre de Narciso.