La túnica de Neso
Contaba la
tradición que cuando Heracles descendió al Hades en el undécimo de sus trabajos
se encontró allí con la sombra de Meleagro, quien le contó su azarosa vida y su
trágica muerte. Tanto apenó al héroe su historia que le prometió que se casaría
con su hermana Deyanira en cuanto volviera al mundo de los vivos. Y así lo hizo
Heracles, después de salvarla de Aqueloo, a quien su padre Eneo pretendía
imponerle como esposo. En una ocasión Heracles mato de manera
accidental a Éunomo, un joven servidor
de su suegro, tuvo que partir con su esposa Deyanira al exilio. Cierto día la
pareja llegó a la orilla del río Eveno, donde el centauro Neso ayudaba a los
viajeros a cruzar el cauce. Neso ayudó en primer lugar a cruzar a Heracles,
pero cuando hacía lo propio con Deyanira intentó violarla. Ante la petición de
ayuda de la muchacha Heracles disparó una flecha al centauro, hiriéndole de
muerte. Más antes de morir aun le dio tiempo de maquinar una última venganza:
entregó a Deyanira una túnica envenenada con su sangre, diciéndole que con ella
podría revivir el amor del esposo si algún día se debilitaba.
Pasó el
tiempo. La pareja se estableció en Traquis y un día Deyanira se enteró de que
Heracles se había enamorado de Yole, princesa de Ecalia, por lo que creyó que
era el momento oportuno para probar la milagrosa túnica. Así que le ofreció la
prenda como si de un regalo se tratara, aceptándola aquél complacido. Nada más
cubrirse con ella, el héroe fue atacado por el virulento veneno que tenía
impregnado; intentaba quitársela pero la prenda estaba tan adherida a su carne
que se arrancaba pedazos de la misma. Devorado por el insoportable sufrimiento,
mandó que levantasen una pira en el monte Eta. Una vez allí, extendió su piel
de león sobre la pira y tras hacer prometer a Filoctetes (el único que le
acompañaba en ese momento) que nunca revelaría su emplazamiento, se arrojó
sobre la pira. Se contaba que antes de inmolarse Heracles habría perdonado a
Deyanira; perdón que llegó tarde ya que ésta, destrozada por la pérdida del
esposo, se ahorcó. También se contaba que en este último instante entre los
mortales Heracles habría entregado a Filoctetes las flechas emponzoñadas con el
veneno de Neso, flechas que después emplearía en la guerra de Troya para dar
muerte a Paris. Con todo Heracles no murió, ya que Zeus ordenó que su amado
hijo fuera sacado de las llamas y conducido al Olimpo, donde finalmente le fue
concedida la inmortalidad.

No hay comentarios:
Publicar un comentario