Mito del Cíclope
Polifemo y Ulises.
Habían
pasado diez años desde que el rey Ulises dejó a su esposa y a su hijo para ir a
luchar contra Troya. Ahora que la guerra había terminado, Ulises estaba feliz y
podía regresar a su reino.
Después de
navegar varios días, Ulises detuvo su barco en la costa del país de los
cíclopes, gigantes con fama de salvajes que tenían un sólo ojo y vivían como
pastores.
Ulises
desembarcó junto a doce de sus hombres. Recorriendo el lugar descubrió una
enorme cueva. Era la casa del cíclope Polifemo. Entraron a la caverna, donde
había pequeños corderos y cabritos, vasijas con leche y queso. Pero Polifemo no
estaba, se hallaba paciendo su manada.
Al
atardecer, Polifemo llegó con una carga de leña enorme para preparar la cena y
tapó la entrada con una piedra muy pesada. Cuando se percató de la presencia de
los intrusos se enojó mucho y les dijo que jamás saldrían de allí, que se los
comería uno a uno. Ulises temió por su vida y la de sus compañeros. Para
ganarse la confianza del cíclope le dijo que le habían traído un obsequio: vino
de Grecia. Polifemo lo bebió y pidió más. Mientras tanto, uno de los hombres de
Ulises tocaba la flauta para alegrarlo. Con el cansancio del día, el vino y la
música, Polifemo quedó profundamente dormido. Ulises meditaba cómo escapar de
allí. Si mataban al gigante nadie podría mover la piedra de la entrada y
quedarían atrapados en la cueva. Había que buscar otra opción. Al ver un enorme
palo, pensó en quitarle con él la vista al cíclope mientras dormía.
Encendieron el extremo de un tronco y lo
clavaron en el único ojo de Polifemo. El grito de dolor del cíclope retumbó en
toda la caverna. Furioso, Polifemo se puso a buscar a tientas tratando de
atrapar a alguno de los griegos que lo habían cegado. Polifemo quitó la piedra
de la entrada para tentar a Ulises y a sus hombres a escapar. Luego se paró en
medio del paso y con sus manos tanteaba todo a su alrededor, dejando salir sólo
a los animales. Los griegos se cubrieron con unos cueros que el cíclope
guardaba en la cueva y, mezclándose con los animales, lograron salir. Cuando
estuvieron afuera, corrieron hacia la nave y se embarcaron en ella. Polifemo se
dio cuenta de que habían escapado y los siguió hasta la costa. Les arrojó una
piedra enorme que cayó muy cerca del navío haciendo una gran ola pero no pudo
impedir que escaparan.
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